Los ojos de Scherzer en época de ponches

by Sep 15, 2021

Max Scherzer posee una condición en sus ojos a la que los oftalmólogos llaman heterocromía. No es necesariamente una patología. Tener ojos de diferentes colores está más relacionado con códigos genéticos, según expertos. Señalan que esto se debe a una desproporcionada distribución de melanina entre los ojos, que es un pigmento que se encuentra en aquellas células que dan los colores a la piel, cabello y ojos. Una de cada 500 personas vive normalmente con esta particularidad. Scherzer tiene el ojo derecho azul y el izquierdo marrón. Jamás ha padecido de molestias visuales. Pero no es el caso de los ojos del ahora lanzador de los Dodgers lo que nos interesa tratar: son los ponches que propina.Scherzer sobrepasó la difícil barrera de los tres mil ponches, algo que solo 19 han logrado en la historia de las Grandes Ligas. Resulta curioso que en la época en la que la cantidad de ponches supera a la de imparables, al mismo tiempo va disminuyendo la cantidad de lanzadores candidatos a superar dicha barrera. La razón principal es la forma de cómo se juega el béisbol de estos tiempos en la que en muy raras ocasiones un lanzador cubre la ruta completa de los nueve episodios. En tiempos de las «cinco sólidas» entradas, a pesar de la evidente vulnerabilidad de una importante cantidad de bateadores, el ponchador tiene margen limitado para aumentar la cantidad de abanicados.Solo dos pitchers activos están en ese reducido club (Verlander con 3013, Scherzer 3003). Imposible para ellos alcanzar la marca de los 4 mil que solo cuatro conocen (Nolan Ryan 5,714, Randy Johnson, 4,875, Roger Clemens, 4,672 y Steve Carlton, 4,136). Todos ellos superaron las 22 temporadas. El último gran ponchador que superó esa cantidad de campañas fue Greg Maddux (23). En la actual era del ponche se ven pocos abridores alcanzar la cifra de 300 en una temporada porque estos están repartidos con los relevistas. Y es precisamente el poche el principal acusado en contribuir con el ralentizamiento de un deporte que se torna cada vez más estático. Mientras más ponches menos movimientos hay en las bases, y de paso, menos espectáculo. Los lanzadores no cargan con ningún tipo de culpas. Pero la susodicha sabermetría, esa que impone y dicta cómo jugar el béisbol de estos tiempos, ha construido bateadores mediocres que solo buscan colocar la pelota más allá de la verja. Ahí radican los despropósitos que han conducido al béisbol a convertirse en un espectáculo soporífero para el televidente y monótono para el que asiste al estadio, más allá de los desproporcionados números de cuadrangulares que se conectan en estos tiempos. RAUL BRETON