Para algunos, todo empezó con la entrevista con Jorge Valdano. Para otros, ha sido consecuencia de la evidente mejora colectiva. Como en todo, la razón está seguramente en un punto medio. Antoine Griezmann vivió en Los Cármenes su mejor noche como jugador del Barça, una soberbia actuación que ratifica su brillante arranque de 2021 y, de paso, recompensa su fe y perseverancia. El ‘Principito’ viene luchando contra viento y marea desde su primer día en la ciudad condal y, ahora, un año y medio después de su fichaje, saborea una gloria que pareció inalcanzable por momentos. La confianza de Koeman y el vestuario han sido claves para que el delantero se vuelva a sentir importante. El campeón del mundo ha recuperado la autoestima y ahora se siente capaz de todo. Su lenguaje no verbal así lo expresa: lo que antes eran miradas al suelo ahora son gritos de pasión. Abran paso al Griezmann más desatado.

Basta con echar un vistazo a los números del francés para darse cuenta de que algo ha cambiado. En sus últimos nueve partidos ha logrado siete goles y seis asistencias, sin abandonar nunca su sacrificada labor a nivel defensivo. Curiosamente, sus registros de cara a portería se han multiplicado partiendo desde la banda izquierda, donde tantísimas veces se ha dicho que no puede explotar sus virtudes. Puede que esa no sea su ubicación ideal, pero su gran momento de forma demuestra que todo está en la cabeza. Y en el contexto, claro.

Brillar en el Barça de la temporada pasada, un equipo moribundo y sin rumbo, resultaba una misión casi imposible. Más aún cuando el francés debía aprender desde cero un lenguaje futbolístico que poco o nada tenía que ver con el del ‘Cholo’ Simeone. Tampoco ayudó la frustración de los pesos pesados con la planificación deportiva. Los Piqué, Messi, Suárez y compañía todavía pensaban en Neymar. Y, a decir verdad, la famosa y polémica “decisión” de Griezmann de retrasar un año su llegada supuso un hándicap añadido en su proceso de integración en el vestuario.

Ahora, la tormenta ha amainado y el ecosistema desprende una energía totalmente diferente. Los Araujo, Pedri, De Jong y hasta Dembélé han dado un paso al frente y han arrastrado a todo el grupo. El Barça de Koeman ha recuperado el tono físico y también la intensidad. Y es a partir de un juego mucho más vivo, mucho más alegre, que Griezmann ha visto la luz.

El francés llegó con varias marchas más que sus compañeros y acabó engullido por un letal aspiral de negatividad hasta el punto de ser suplente en el 2-8 ante el Bayern. ¿Quién habría sobrevivido a tal entierro? Tan grande fue el golpe de realidad que al delantero le costó resetearse a principios de curso. De hecho, Koeman le dejó en el banquillo en el Clásico y hasta le envió un mensaje claro. “El entrenador manda y el jugador debe sacar el máximo rendimiento”, avisó el holandés. Griezmann recogió el guante y, tres meses más tarde, ha cumplido con su parte. Está ‘on fire’.