Elaine Thompson se confirmó como la mujer más rápida del siglo XXI. Selló el doblete en 200 metros con 21.52 (+0,8 m/s), la segunda mejor marca de siempre, a 19 centésimas del récord que Florence Griffith, cuyas marcas siembran interrogantes, puso en los Juegos Olímpicos de Seúl.
Dos calles, a la izquierda, por la 5, la namibia Christine Mboma, una de las mujeres destarradas de las pruebas de mediofondo por su hiperandrogenismo, lograba la medalla de plata (21.81), con 18 años, batiendo el récord del mundo sub 20. Quizás sea ella la que saque a Flo de las listas. La estadounidense Gabrielle Thomas, a la que la caribeña ha desterrado de las listas (secundaba a Griffith con su 21.61 de junio) atrapó el bronce (21.87), apartando del podio a la ‘madre cohete’, Shelly Ann Fraser-Pryce (21.94).
Es una delicia ver correr la curva a Thompson. Es una esfinge corriendo: las palmas extendidas, los brazos en perfectos 90 grados acompasados, autopistas para que el riego sanguíneo fluya por las extremidades. Cuando salió de ella. Ya era la ganadora. El final de Mboma redujo la distancia a 38 milésimas, pero seguramente ya era lo que le había sacado en la curva.
La jamaicana se convierte en la reina de la velocidad y, a la espera del relevo, en candidata a reina de los Juegos a pesar de la actuación de la nadadora australiana Emma McKeon. Se convirtió en la tercera velocista de la historia que defendió con éxito la corona olímpica, tras Veronica Campbell (2008) y Barbel Wockel (1980), y en la primera mujer con dos dobletes olímpicos de 100 y 200. Eliane triunfo en esa curva que minutos antes había visto ganar la serie al joven de 17 años estadounidense Eriyon Knighton. Sin forzar hizo 20.02 en unas semifianles que ganó De Grasse (19.73). Como Mboma, es el heredero.