El Madrid se acostó a tres puntos del líder Atlético. Una buena noticia que le costará explicar, un triunfo con un gran portero y ningún delantero, tres puntos que salieron a su encuentro sin más merecimientos que el todocampismo de Modric y Casemiro. Y así, casi sin creer en ello, cuando sólo esperaba que la Champions le limpiase de pecados, la ola le devolvió a la Liga, una vida extra para cuando deje de ser un equipo a medias por las lesiones. El Valladolid hizo lo que debía y ni con eso le alcanzó.
La cosa en el Madrid, porque venían mal dadas, comenzó por los de siempre y ha derivado en los que hay. Zidane decidió, viendo las estrecheces de la trastienda, repetir hasta la exageración con los buenos. Ahora se conforma con los sanos (once de campo, servicios mínimos). Y entre ellos no están los tres tenores de la plantilla: Ramos, Hazard y Benzema. Carácter, fantasía y eficacia, la santísima trinidad. Imposible no acusarlo. Tanto percance ha permitido trepar de muy abajo a arriba a Vinicius y, sobre todo, a Mariano, que de cuarto nueve ha pasado a primero cuando Mayoral y Jovic emprendieron la fuga y se lesionó Benzema. Su ingreso en el equipo no es un cambio de piezas, es meter en el área una hormigonera donde solía haber un Rolls. Con lo poco que produjo el equipo su empeño fue inútil.